viernes, 15 de abril de 2016

Andre Williams, "Put that skillet away"


Cuando vuelvo a casa no huelo ningún pollo friéndose/ pero, nena, estás con la sartén en la mano/ ¿qué estás pensando?

Algo así como el cazador cazado. Esa es la fábula de esta fascinante bola de ritmo y rock'n'roll en la voz de otro cazador cazado como Andre Williams, el último gran borracho empedernido del viejo rhythm'n'blues aún en actividad. Aunque, ¿lo seguirá estando? Estuve fuera toda la noche, e incluso tal vez toda la semana/ Sé que parece lápiz de labios, pero eso es sangre en mi mejilla, va farfullando excusas imposibles el cantante, pero la mujer no parece dispuesta a darle ni una oportunidad. De ahí el título del tema, traducible como: "Dejá a un lado esa sartén". Algunas de las viejas canciones del rhythm'n'blues son como chistes de Verdaguer, con la ventaja que no hace falta reirse al final de escucharlos una y otra vez, sino simplemente seguir el ritmo entre la mugre que exudan. Y sí que chorrea mugre de cada tema que interpreta el viejo Andre, un sobreviviente de otros tiempos, algo así como el hermano sin calavera y de traje blanco --al menos así luce en la portada de Bait and switch, el disco para el que hizo propio este tema-- del aún mas mugriento Screamin' Jay Hawkins. Esto que ya nadie llama ciberespacio sino internet tiene su sincronía, y leo en un post de Fabián Jolivet que Andre Williams supo tener la dudosa fama de siempre evitar a los músicos después de cada show, huyendo con el dinero hacia el dealer mas cercano. Lo primero que me celebró Andrés Calamaro al ver la lista de temas del último no-programa fue justamente la aparición de Williams, que tiene cierta fama en Europa donde suele hacer giras regularmente, con bandas puestas a su servicio que lo esperan en cada destino. Calamaro lo conoce, además, porque Williams también se ha sumado al ejército justiciero que ha ido convocando la cruzada musical de Jolivet, cuyo tema mas difundido ha sido una suerte de rap interpretado por este Moris crepuscular, pero hay mas nombres fascinantes --cretinos todos-- en esa particular peregrinación online liderada por el baterista, productor y activista argentino radicado en Los Angeles. Pero volvamos a Williams, que por estos pagos es poco menos que un ilustre desconocido. Puede serlo tranquilamente, su nombre es apenas una nota al pie de la historia del blues y el rock'n'roll. ¡Pero qué nota al pie! Supe de su existencia cuando salió este Bait and switch, y una reseña en la Pulse intentaba hacerle honor a un disco en el que cada tema es un tesoro. Contrabandeado y falso, como corresponde. Ronnie Spector canta con Andre un tema de Ike Turner, hay himnos como Detroit-Michigan y hasta lamentos despojados como Soul brother in heaven and hell, que en su momento lo hicimos sonar insistentemente en Lo Que Más Me Gusta Hacer, en Supernova. Según recuerdo haber leido entonces, Williams fue construyendo su fama durante los 50 y 60, pero termino víctima de sus adicciones, llegando a mendigar y vivir en las calles de Detroit durante los 80. Para cuando apareció este Bait and switch en el 2001, el tipo ya había vuelto en forma, gracias a la mano que le dio el grupo canadiense The Sadies, y desde entonces ha estado en activo, sacando discos cada tanto e incluso ha publicado un libro, que no dejo de buscarlo pero se me escapa. Le he seguido con ganas la pista gracias a internet, pero siempre termino regresando al unico disco que tengo de él en mi discoteca, de donde siempre sale una nueva gema, como este Put that skillet away, que firman Bill Peitsch y Jon "Sugarboy" Chalmers. Me acabo de enterar gracias a google que la dupla tenía un grupo llamado The Church Keys, que apenas deje de entretenerme tipeando esto no voy a parar hasta encontrar algún disco de ellos. Internet es un camino de ida, en donde hay mil rutas que salen de Roma y una de ellas me lleva hasta un página en la que se comenta que el baterista y cantante Peitsch era el tipo que, cuando faltaban cinco minutos para el recital y Williams no aparecía, mágicamente sabía cómo encontrarlo y ponerle los dientes postizos en su lugar para que el show pueda empezar. Supongo que debe haber mucho más ahí para husmear, pero ya es hora de poner play, dejar sonar la música, y que la sartén vuelva a amenazar la cabeza del cantante. O sino esperar pacientemente hasta llegar al final del Lado B del último Música Cretina, cuando después de Mi Amigo Invencible aparezca la voz del gran Andre, haciendo que la lluvia deje de ser melancólica y adquiera también algo de su gracia y su mugre rocker.  

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