sábado, 21 de junio de 2014

Lou Reed, "Ooohhh baby"


Sos la clase de chica/ sobre la que todo el mundo me advirtió

Durante mucho tiempo tuve Coney Island Baby en un vinilo importado pero roto, al que le faltaba un pedazo, el del primer tema de cada lado. No importaba, aún así –y contra lo que opinaban los reedólogos—siempre me pareció un discazo. Después de todo, se podía escuchar entero esa obra maestra que es Coney Island Baby. Y otros temas fascinantes, con todo un mundo que descubrir. Ooohhh Baby siempre me pareció desde esa guitarra puro Reed destilado, aunque tal vez detalles como ese pianito –que según leo toca nada menos que Lou– haya hecho que sus fans piensen que era un vendido, no lo sé. A mi siempre me gustó Coney Island Baby. En un texto que acompaña la reedición, Lou Reed cuenta que, antes de grabarlo, no tenía dinero ni guitarras. Un manager y su hermano productor le habían hecho juicio, y los plomos se habían quedado con sus instrumentos cuando no recibieron su paga. Además, su último disco era nada menos que Metal Machine Music, que todas las disquerías estaban devolviendo, y su discográfica terminó sacando del mercado en apenas tres semanas. El director de RCA, escribe Lou, era su amigo Ken Glancy, un tipo recto y noble hombre de honor. “Me preguntó si yo le prometía no hacer El hijo de Metal Machine Music. Le dije que seguro. Yo no estaba en otra cosa que no sean problemas. La pesadilla de la traición me torturaba”. Mientras decidían qué hacer con su futuro, un Reed en bancarrota fue hospedado en el hotel Gamercy Park. Era 1975, y la Rolling Thunder Review de Dylan estaba hospedada ahí, esperando comenzar su gira. “Pero mi trueno había sido enmudecido”, ironiza Reed, que en vez de pensar en salir de gira apenas si visitaba al sindicato, abogados y contadores tratando de escapar –cuenta—“del clásico caos que había dejado que me sucediese”. Entre otras cosas, explica, estaba en desacato con la corte y no había pagado sus impuestos en los últimos cinco años. “Entonces Ken Glancy llamó y me dijo: ok, elegí un estudio, metete y hacé un disco de rock. Y eso hice”. Por eso es que suena perfecto al mediodía de un sábado sándwich, atrapado entre un viernes feriado de un lado y el domingo del otro, y con el partido de Argentina colgando sobre su cabeza. Y también cierra orgullosamente el último no-programa, como Cretino mayor que siempre fue, es y será.

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