martes, 24 de junio de 2014

Jimmy Scott, "Heaven" (Talking Heads)


Cuando este beso termine/ Va a empezar otra vez

Desde que hace unos días me enteré de la muerte de ese extraordinario cantante de jazz llamado Jimmy Scott, tenía reservado este tema para incluirlo en un Música Cretina, y por fin el de esta semana lo luce orgullosamente en su Lado B. Celebrado por Ray Charles, admirado por Nick Cave y colaborador de Lou Reed, Jimmy Scott murió en Las Vegas dos semanas atrás, tenía 88 años. Antes de su nombre durante mucho tiempo se antepuso el Little, o sea Pequeño, porque Jimmy era un tipo chiquitito, con una extraña voz aguda, de contralto. Leo en una completa necrológica publicada en el diario El País de España, que Scott sufría una extraña enfermedad llamada Síndrome de Kallmann, por la que su crecimiento hormonal se detuvo antes de la pubertad, dejándolo atrapado de por vida en el cuerpo de un niño. Y con la voz, justamente, de un niño antes de la llegada de la adolescencia, de allí esa cualidad angelical --y casi fantasmagórica-- de su canto. Aquel “véanlos antes de que crezcan”, la humorada de los Les Luthiers sobre los niños cantores, nunca tuvo sentido con Jimmy. Para los que reprodujeron el cable en la prensa local, Scott era sólo el cantante de Twin Peaks –la inclusión de uno de sus temas en su banda de sonido fue parte de su redescubrimiento durante los 90--, pero todos tenemos nuestros reduccionismos. Para mí siempre será, antes que nada, el cantante de esta hermosísima versión de Heaven, de los Talking Heads, en la que desaparece toda posible ironía con la que podía estar cargada la versión original, y se transforma en una canción etérea, profundamente melancólica.
Cuando me enteré de su muerte, recordé su visita al programa Lo que más me gusta hacer, que hicimos durante un año todos los mediodías con Martín Rea en FM Supernova. Debe de haber venido a Buenos Aires para realizar un concierto, pero no tengo idea ni dónde fue ni qué tal estuvo. La entrevista fue muy amable, lo acompañaba su mujer, y recuerdo que ya entonces –tenía más de 70 años-- era una persona muy frágil. Aunque debió haberlo sido toda la vida, no importa la edad que tuviese. Después de nuestro programa venía el del Ruso Verea, y mientras acompañábamos a Scott a la salida de la radio, al pasar el Ruso –generalmente lacónico—no pudo evitar largar un “Jimmy Scott, qué grande”. Uno de los tesoros de mi discoteca es su disco Heaven, grabado en el 96, que incluye particulares versiones de Bob Dylan y Curtis Mayfield, además de la que bautiza el álbum. Al abrir el librillo para escribir estas líneas, apareció algo que no recordaba que estuviera ahí, una dedicatoria de puño y letra de Scott, que evidentemente me hizo durante la nota. Con letra cursiva y algo temblorosa, dice Mis sinceras gracias. No, Jimmy. Gracias a vos. Y buen viaje. Lo sabías desde hace rato, así que no te va a sorprender: el cielo es un lugar donde nunca pasa nada. 

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