sábado, 8 de febrero de 2014

Franco Battiato, "La estación de los amores"


Los deseos no envejecen/ a pesar de la edad

Creo que escuché hablar por primera vez de Franco Battiato en las reseñas de revistas como Tren de Carga o Twist y Gritos, las revistas de rock que asomaban hacia el fin de la dictadura, con una voz diferente a la decana de todas ellas, la Pelo. Como habían evolucionado desde el under, desde la época de las revistas fotocopiadas, abrochadas y vendidas en el Parque Rivadavia (o en un quiosco señero, el de Corrientes y Paraná), tenían otra autoridad, la que proviene de la pasión y el discurso directo. No te vendían ningún buzón, digamos. Pero también estaba el riesgo de atrapado en sus caprichos. Ese primer contacto con Battiato fue una reseña de La voz de amo, el disco que lo convirtió en una mega estrella europea, y –pese al histórico desdén del rock local hacia todo lo que no era anglo— lo trataban con mucho respeto y curiosidad. No llegaban al entusiasmo, pero casi. Eran tiempos electrónicos y new romantic, y Battiato se había entregado a las programaciones. El resultado era intrigante e hipnótico, a pesar de que la voz en italiano recordaba más que nada los concursos de tele basura, estilo San Remo. Años después, la información de Battiato empezó a llegar vía Radar. Ya no se trataba de la condescendencia del rocker ante una novedad que lo sorprende en su buena fe, sino de la intelectualidad pop abriéndole la puerta al ídolo fértil, dándolo a conocer. El año pasado Battiato finalmente llegó a Buenos Aires, y yo me lo perdí. Pero Andrea Prodan me hizo volver a admirarlo, cuando charlamos en la radio sobre el dueño de esa nariz que, según el hermano de Luca, “es un cuchillo que corta hasta el inconsciente”. Con Luca, me contó Andrea, admiraban al Battiato más tano y cantautor, el de los 70. "La estación de los amores" es de su electrónica década siguiente, de Orizzonti perduti, dos discos y dos años después de La voz del amo. Es uno de los temas emblemáticos del mejor Battiato, ese que inspira, el que abre puertas, el que incluso suena en su lugar después del rock de Cienfuegos y Robert Pollard, como lo hace cerrando el Lado A del último no programa, supongo que gracias a esa mitológica nariz, tan pero tan cretina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario