Ellos dos/ Riendo a carcajadas/ Ellos dos/ Le ganaron al mundo
Uno de los mejores discos de la última música
uruguaya se llama simplemente De, y es obra de un personaje
montevideano bautizado como El Mandrake. AlbertoWolf hace tiempo que andaba por
la vuelta, pero yo lo tenía –mi error, de prejuicioso nomás-- como un simple
sub Jaime Roos. En una de ésas por su Amor Profundo, un tema que
sí debería haber compuesto el Jaime. Y de hecho lo grabó y lo hizo propio. Lo
había conocido al Mandrake hace mucho tiempo, en la época que le seguí la pista
a los últimos días de Mateo, cuando pisé por primera vez Montevideo a comienzos
de los 90, dispuesto a traerme todos los vinilos que se me cruzasen. Compré
tantos durante esos días, que me acuerdo más de los que no me compré
–Buzos Azules, de Cabrera; el primer solista de Nasser--, que de
los que sí me traje. Me lo presentaron porque él y su banda estaban preparando
un show juntos con Mateo cuando lo internaron. Charlamos un rato, y me acuerdo
que hice una nota en La Maga sobre nueva música uruguaya, donde lo incluí un
poco tangencialmente a pesar de tanta charla. Ya saben, el prejuicio. Y ahí lo
tenía al Mandrake desde entonces, encerrado en ese lugarcito y con la oficina
en orden, cuando me tiraron por la cabeza este De, y se me volaron todos los
papeles. Es un disco en el que todo está en su lugar, que arranca despidiendo
al Príncipe con furia, que invita a Urbano para homenajear al candombe beat,
que hasta se da el lujo de musicalizar un poema de Klaus Kinski que te deja la
piel de gallina. Eso. Piel de gallina, rocanrol de puño cerrado y también una
sonrisa. Biarritz y un Montevideo bien plugged. Todo eso es De. Por
eso es que no se lo pueden fumar todavía los nuevos cantautores porteños, por
ejemplo. Ni tampoco los que ahora le hicieron un lugar al rock uruguayo en su
pogo de festival. Porque el Mandrake está siempre a medio camino. Es el eslabón
perdido. Un agente secreto. Un tipo difícil de ordenar, de meter en un cajón.
Lo sé, porque a mí también me pasó. Me lo imagino, ahí, con el chileno y la
brasilera, ganándole al mundo. Mientras los turistas, nosotros, sin entender,
pasamos y los miramos. Pero, eso sí, hacemos como si entendemos. Yo te saludo,
Mandrake. Pero también te desafío, amigo. Cabrera ya cruzó el charco, ahora te toca a
vos.
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